Contexto: Un Mineral Estratégico en Guerra
El wolframio (o tungsteno), un metal excepcionalmente duro y resistente al calor, se convirtió en un recurso vital durante la Segunda Guerra Mundial. Su capacidad para endurecer el acero era crucial para fabricar blindajes de tanques y proyectiles perforantes, así como herramientas industriales para la producción armamentística. La Península Ibérica poseía la gran mayoría de las reservas accesibles en Europa, convirtiéndose en un punto geoestratégico clave.
El Interés Alemán y la Conexión Española
Tras la invasión de la URSS en 1941, Alemania perdió el acceso a sus fuentes de wolframio en Asia. La necesidad se volvió crítica. El régimen de Franco, aunque oficialmente neutral (luego "no beligerante"), simpatizaba con el Eje. En Hendaya (1940), Franco y Hitler sellaron acuerdos que incluían el suministro secreto de wolframio, en parte como pago por la ayuda alemana en la Guerra Civil. Empresas alemanas como HISMA y Montes de Galicia (vinculada a Hermann Göring) operaron directamente o mediante testaferros en España, estableciendo explotaciones masivas como la de Casaio (Valborrás, Ourense).
La "Fiebre del Wolframio": Riqueza y Contrabando
La enorme demanda bélica disparó los precios. Entre 1941 y 1944, España vivió la "fiebre del wolframio". El precio por kilo se multiplicó exponencialmente (de ~13 a más de 300 pesetas), generando fortunas rápidas y atrayendo a miles de personas a las zonas mineras (Galicia, León, Salamanca, Cáceres). Floreció un masivo mercado negro y contrabando, especialmente hacia Portugal, a menudo con la connivencia de altas esferas del régimen franquista, como el ministro Demetrio Carceller Segura.
La Respuesta Aliada: Compras Preventivas y Embargo
Conscientes de la importancia del wolframio para el esfuerzo bélico nazi, los Aliados (EE.UU. y Gran Bretaña) lanzaron una agresiva campaña de "compras preventivas". Su objetivo no era tanto abastecerse (tenían otras fuentes y sustitutos como el molibdeno) sino negar el mineral a Alemania e inflar los precios. Gastaron enormes sumas de dinero. A medida que la guerra se volvía favorable a los Aliados, aumentaron la presión diplomática. La medida más contundente fue el embargo total de petróleo a España en febrero de 1944, que paralizó la economía española.
El Coste Humano: Explotación en las Minas
Detrás de la diplomacia y la economía, estaba la dura realidad de las minas. Las condiciones eran peligrosas, con alto riesgo de silicosis (una enfermedad pulmonar agravada por el polvo de wolframio). La faceta más oscura fue el uso de mano de obra forzada: presos políticos republicanos utilizados en Destacamentos Penales, como el que operó en la mina de Casaio entre 1942 y 1944, bajo control alemán. Estos penados vivían y trabajaban en condiciones infrahumanas, en una clara convergencia de represión política y explotación económica.
El Fin de la Batalla y sus Consecuencias
En la primavera-verano de 1944, ante la presión del embargo petrolero y el curso desfavorable de la guerra para el Eje, Franco cedió. Se embargaron formalmente las exportaciones a Alemania, se cerraron consulados germanos, se expulsaron espías y se retiró la División Azul. El mercado del wolframio colapsó, sumiendo a las regiones mineras en una profunda crisis. La colaboración de España con la Alemania nazi, simbolizada por el wolframio, contribuyó a su aislamiento internacional en la posguerra (condena de la ONU en 1946).
Legado
La historia del wolframio en España es un episodio de codicia, espionaje, sufrimiento y supervivencia. Marcó la economía franquista, tensó la neutralidad española y dejó una profunda huella humana y paisajística en las zonas mineras. Es un microcosmos de las complejidades de la guerra, la dictadura y el alto coste de los conflictos globales.